Totalmente desenfocado, sin poder concentrarme en lo que había pensado escribir. Personas adultas hablando, señoras cuidando niños, escolares de básica con sus gritos, hermosos gritos, que la mayoría odia, por que los sacan de su adultez.
¿Adultos, cómo somos?
Mientras una pequeñita saca muchas servilletas, se produce la confrontación. Conciencia le digo a ella, madurez me contraataca. ¿Que necesitamos para entender a los niños, para entender la niñez y vivir de acuerdo a esos pequeños sueños que tuvimos?
Debo cuidarlos, debo protegerlos, debo enseñarles, debo, debo… Nos enfrascamos en mil cuidados, la mayoría excesivos, para nuestros pequeños.
Una semilla necesita ser cuidada con los elementos básicos, agua, abono, luz… Si falta algo de eso, la semilla no crece, o se trasforma, crece mal, va por un camino que no fue el planeado. Creo que es ese uno de los principales problemas, lo que “planeamos” con ellos.
Planeamos que los pequeños sean como nosotros queremos, le integramos “nuestra forma de entender y ver la vida”, insertamos en su conciencia nuestras propias vivencias sin darnos cuenta de su propia naturaleza.
Recuerdo entonces el saludo en la calle a Humberto Maturana. Es emocionante, solo lo conocía de lejos, pero por fin pude sentir su mano, acercarme de tal manera para ver sus ojos y agradecerle, su sabiduría. Justamente el, es quien propone, que los seres humanos, somos entes biológicos.
Entonces, los pequeños, transformados en semillas ingenuaS, con todo el potencial y la energía para llegar a ser fuertes, antes que todo deben ser entendidos como creación independiente, que nuestro deber es acompañarlos, cuidarlos y aportarLES DE BUENA MANERA nuestra VIVENCIA, para que alcancen su madurez Y SU conciencia.
Conciencia de quien es, de quien esta a su alrededor, conciente de sus actos, conciente de que es un ser vivo, al igual que la naturaleza que lo rodea.
Cuando seamos concientes, de que los niños somos nosotros mismos, la química necesaria se creará para que el equilibrio se produzca, y broten los nuevos seres, las nuevas personitas, libres de nuestros prejuicios, de nuestros males, y sean capaces de entenderse a si mismos.
Como corolario a este simple escrito, coincidentemente y mágicamente un simpático escolar dice a mi lado ”yo siempre seré un niño”.