De noche, con mi hermanas. Ellas escuchando una larga historia de relación de parejas. Entre tantas palabras aparecemos nosotros siendo niños otra vez, riéndonos dentro de una conversación compleja y muy densa.
Aparece el recuerdo de un niño enojado pensando que atacan a su hermano, cuando la realidad era solo un juego más.
Siendo niños somos sinceros, reaccionamos de acuerdo a lo que sentimos. Y esto me parece una ironía gigantesca pues tres días atrás, una persona dedicada a las leyes me dice: esto no se trata de sentimientos, se trata de objetividad.
Pues entiendo entonces que la ley, que los negocios y muchos sistemas creados por nosotros los adultos, dejan atrás los sentimientos para ser objetivos, para llegar a ser concretos validando solo las acciones y los hechos.
Me dijeron una vez, que dentro de estudios intelectuales serios, se decía que la objetividad no existía.
Entonces ¿con que debo quedarme, en que debo basar mi vida dentro de este sistema de transacciones, de madurez, de estudios serios, si lo que me dicen son contradicciones vitales?
Para equilibrar mi pensamiento, vuelvo al origen, vuelvo a sentarme en la mesa junto a mis hermanas. Nos miramos, nos reímos, ellas recuerdan detalles, hechos que hoy son, irónicamente sentimientos.
Las acciones se fueron, lo objetivo se fue. Solo quedamos nosotros con los recuerdos de una época donde todo era real, sincero, verdadero. Los recuerdos de niños con sentimientos.