94 años ya. Sentado mirando tranquilo los árboles, mis hijos, mis nietos. Como pasó tan rápido todo, no se, pero creo que lo hice bien.
Quiero tomar algo de agua, y le digo a Cecilia que tengo sed, ella sonríe y me pasa un vaso chiquitito.
Casi no puedo caminar solo, Margarita me ayuda todo el tiempo. Creo que ella es extranjera y trabaja acá para ayudar a sus hijos.
Los míos me trajeron hoy para celebrar el cumpleaños de mi hija mayor. Todavía me acuerdo de sus primeros años, es tan igual todo. Gente por todos lados, tomando vino, jugos de aquella época, mi querida época, mi querido Chiloé, donde todo era más lento.
Cecilia corriendo y yo gritándole: ¡Cálmate pequeña, te puedes caer al agua!!!
Pero a ella no le importaba, solo saltaba como conejito porque estaba contenta, ya que su cumpleaños estaba muy cerca.
Hoy parece repetirse todo. Veo a uno niños chicos saltar a una piscina y salpican a todo el mundo. Muchos invitados sonriendo, conversando y reclamando por el agua que llega a sus espaldas, pero creo que no les importa mucho, pues hace muchísimo calor.
Mi tiempo es lento y me siento como los niños. Creo que no me importa lo que hablan. Solo miro a todos y me siento divertido.
Así como los chicos, miro a los adultos que hablan de política, pero ya ni recuerdo quien es quien de aquel tema tan repetido.
Es bueno haber venido. El viento en mi cara me refresca. No tengo idea de que hora es, pero no es lo importante.
Al igual que estos niños que miro, el tiempo ya para mi no existe. Tengo 94 años, toda la vida frente a mi, y aun sigo sintiendo ganas de tirarme a esa piscina, reírme, salpicar agua, y jugar con mis amigos, como jugó mi hija..y como estos pequeños lo repiten, con incansable alegría.
Me siento bien, creo que la vida es bonita, al estar junto a todos otra vez, igual que cuando yo tenía 10
